En el mundo después del Covid-19, hablar de enfermedades pandémicas y del fin del mundo suena un poco redundante, además gracias a la cultura popular se ha explotado hasta el cansancio el tópico del fin del mundo, aludiendo a las muchas y diversas versiones de lo mismo, incluyendo virus intratables.
Acá en la realidad a nivel social no parece haber pasado mucho ¿o sí?
Por supuesto que a nivel personal muchos perdieron su trabajo, su estilo de vida, familiares, amigos, cosas irreemplazables que a hoy día siguen dejando su marca en sus vidas y que no quiero minimizar en lo absoluto. Pero a nivel social los cambios, todavía no son tan evidentes, tal vez las consecuencias de este período estén gestándose todavía.
Ya se habla de los rendimientos escolares, de las afectaciones a nivel social de los niños que crecieron en la pandemia, del incremento de la desigualdad, etc., pero creo que faltarán un par de años para que podamos realmente cuantificar lo que esta pandemia significó; tal vez en 10 años podamos hablar cabalmente de estas consecuencias o tal vez ese es el espíritu humano: sobreponerse y hacer como que no ha pasado nada.
Precisamente en este libro de Agustina Bazterrica me quedé con esa sensación de que pase lo que pase, los humanos seguimos siendo humanos o, dicho de otra manera: por mucho que cambie el mundo seguimos igual de cretinos.
Pero trataré de explicarme mejor, para empezar este libro se publicó en 2017, y lo conocí hasta 2021 más o menos cuando escuché su reseña en un canal de YouTube, sí, yo veo canales de booktubers, también leo foros en wordpress, asisto a varios clubes de lectura y de vez en cuando también acepto recomendaciones de algunos amigos. En particular durante la pandemia, como muchos otros, tuve mucho tiempo frente a la pantalla y tiempo de explorar fuera del algoritmo.
En una de esas búsquedas me topé con esta recomendación que me fascinó por lo fácil que fue conseguirla, no sé si estén familiarizados con la industria editorial (o la falta de ella) en casi todos los países latinoamericanos, pero conseguir libros de ciencia ficción es casi imposible fuera de sus países de origen e incluso en sus países de origen es difícil y la bendición de la digitalización tiene límites.
Pero al grano, de que trata el libro, pues va así: un virus infectó a todos los animales, por lo cual todos los animales tuvieron que ser sacrificados, con lo que no quedó disponible ningún tipo de carne…por un tiempo.
Luego se buscó una solución, no al virus, si no a la falta de carne, porque si algo amamos los seres humanos es la carne, entonces los únicos animales que quedaban eran…sí, los animales humanos, así que la solución fue el canibalismo.
Por supuesto que para aceptar la nueva realidad se tuvieron que crear nuevas normas sociales, un nuevo vocabulario para nombrar lo innombrable y una nueva disociación que nos permita distinguir entre Humanos y humanos.
Nuestro protagonista trabaja precisamente en un matadero, que beneficia o que en el nuevo vocabulario “faena” humanos, es decir los asesina y los descuartiza para su consumo.
El protagonista no es feliz, eso lo sabemos casi desde el primer párrafo, esta nueva realidad duele, pero ¿cuánto? ¿Lo suficiente para enloquecer, matarse y dejarse comer o para continuar en continuo estado de depresión y apatía o incluso para hacer algo, nada?
Decir más si sería spoiler, porque lo que tiene este libro es uno de los finales más contundentes que he leído en los últimos años, y es que además buenos finales hay, pero este…uf, seguir hablando sería arruinárselos.
Lo que sí es muy claro, es que este libro no es ningún libro menor, la pericia de la autora está precisamente en la sencillez que emplea para ciertos momentos (narrado en tercera persona focalizada) que nos trasmiten o ternura u horror, y es un horror tan palpable, tan físico que sacarse la sensación les puede durar mucho tiempo.
El libro por su puesto pone el dedo en la llaga del capitalismo, del consumo y los peligros de la falta de pensamiento propio, pero ¿es algo que no sabíamos? O ¿lo queremos oír?
La autora nos grita con todo el poder de su pluma, con desesperación de quien sabe que algo está mal, pero no puede evitar, ¿La escucharemos?
Este libro lo recomiendo mucho, para todo tipo de lectores, pero en especial para jóvenes, y para primeros lectores, porque su extensión y forma de narrar son muy accesibles y sin duda los dejará con ganas de más, pero como siempre les digo, lean y juzguen por ustedes mismos.
“Él cree que es porque sabe escuchar y no le interesa hablar de sí mismo. El empleado le contó que su jefe, para compensar, compraba carne decomisada por Bromatología, algunas reses con gusanos y él tenía que trabajarla y después ponerla en oferta. Le explicó que trabajarla implicaba dejarla mucho tiempo en la heladera para que el frío detuviera el olor. Que lo obligaba a vender carne enferma, con manchas amarillas que él tenía que sacar. El empleado se quería ir, conseguir un trabajo en el frigorífico El Ciprés, que tan buena reputación tenía, le dijo, que él solo quería un trabajo honesto para mantener a su familia. Le explicó que no soportaba el olor a lavandina, que el olor a pollo podrido lo hacía vomitar, que nunca se sintió tan enfermo y miserable. Que no podía mirar a los ojos a las mujeres humildes que le pedían la carne más barata para hacerles milanesas a sus hijos. Que si no estaba el dueño él les daba la carne más fresca, pero que si estaba les tenía que dar la podrida y después no podía dormir por la culpa. Que ese trabajo lo estaba consumiendo poco a poco. Cuando él se lo informó, su padre decidió no mandar más carne a esa carnicería y contrató al empleado.
Su padre es una persona íntegra, por eso está demente.”