Parnaso

¿Por qué leer a los clásicos?

Hace muchos años, tal vez demasiados, siendo adolescente, en uno de mis veranos me propuse leer todos los clásicos, ingenua de mí, no sabía que significaba eso, ahora siendo adulta y madura (creo) sé que no podré  leerlos en lo que me queda de vida, y ya no me angustia.

El año pasado 2022, en uno de los clubes que asisto propusieron que se leyeran clásicos, me pareció excelente, llevaba años sin tocar ninguno.  Leer clásicos no me desagrada en absoluto, fueron mi entrada al mundo lector, pero si había intencionalmente dejado de leerlos, había entrado en un proceso personal y lector dónde busqué diversificar mis lecturas y a los clásicos los hice a un lado.

La primera propuesta del club fue: Nuestra señora de París, clásico de clásicos y que en ese infame verano también me propuse leer y por su puesto no lo leí, ese verano me topé con Walter Scott…

Pero como soy una persona introspectiva y que a veces piensa de más, me pregunté a modo general si valía la pena que cualquier lector siguiera leyendo a los clásicos o si yo recomendaría la lectura de clásicos.  Eso considerando toda la nueva literatura que el internet ha puesto a mí disposición y sobre todo después de ponerme la meta de descolonializarme y de tener mayor amplitud de lecturas. Y pues la respuesta no me llegó tan fácil, al menos no desde más allá de considerar que es sólo una cuestión de gustos.

A riesgo de parecer no querer dar una respuesta directa debo comenzar con decir que como lectora y como una persona con una gran conciencia crítica, de unos años para acá, he llegado al descubrimiento de que también existe un algoritmo para los libros, sí, como el de las redes sociales, sólo que este lo crea la industria editorial al publicar menos mujeres que hombres y al no difundir cierto contenido en ciertos idiomas, o no traducirlo o no publicarlo fuera de ciertos países, por lo que mi perspectiva del mundo es hegemónica y por su puesto occidental.

Eso claro le encanta a las compañías editoriales, pues me hace una consumidora segura (en términos de ventas) y resulta en poco esfuerzo por ofrecer una oferta literaria diversa y si queremos un contenido distinto tendremos que salir a buscarlo y desde un principio preguntarnos si existe un contenido distinto.

Y es lo que he estado haciendo en los últimos años, y eso me ha alejado de los clásicos, pero también recordé que de los clásicos está el origen de muchas de las corrientes y referencias actuales, o al menos el origen identificable y testimoniado de ellas y regresar al pasado siempre será una forma de entender el presente, esa fue mi primera razón.

Segunda razón, la capacidad de supervivencia de ciertos libros se debe en gran medida a su anacronismo, esa cualidad casi mítica de sobrevivir a las eras y parecer vigente y que indudablemente nos asombra conforme más tiempo tiene la obra en cuestión.

Y por último por su capacidad de divertirnos, esa igual de mágica habilidad que tienen también los cuentacuentos y que nos hacen maravillarnos, engancharnos y son invaluables para cualquier persona que haga fomento lector.

Y en el referido libro de Víctor Hugo hay todo esto, hay una excelente historia, uno entiende de dónde viene el término de “novelesco” y uno puede encontrar paralelismo a nuestro propio tiempo y cultura, después de todo, seguimos siendo humanos ¿o no?

Y a menos que evolucionemos en seres de luz con conciencias superiores, creo que seguiremos encontrando en los clásicos referentes de los tiempos actuales y más aún referentes de nuestras propias vidas, países y culturas, sean estas de dónde sean.

Creo que lo que toca en tiempos de la pos modernidad y de la deconstrucción, es mirar con un gran criterio lo que leemos, sean clásicos o actuales y saber por qué leemos y para qué lo leemos.

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