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Nunca me abandones de Kazuo Ishiguro

Con Kazuo Ishiguro tengo una larga historia, lo conocí cuando estudiaba la universidad y los libros en físico eran lo único que existía.  Ese libro en particular me costó muy poco, además parecía que nadie en su vida lo había leído, era “Lo que queda del día”, que después supe tuvo una adaptación al cine.

Mi edición era de Anagrama, editorial que no se caracterizaba por sus elevados precios y si por su variedad de autores, al menos en ese entonces cuando conseguir autores dependía si o si de las librerías y editoriales.  Aunque ahora no sabría decirlo, entonces como estudiante recuerdo que pude pagarlo, hoy día con todo y mi salario de Godín….

Como quiera que fuera terminé leyendo un relato muy inglés escrito por un autor de ascendencia japonesa, digo el nombre no da lugar a dudas, admito mi amor por lo japonés fue lo que en principio me atrajo del libro y encontrar esta historia tan gringa me chocó.

Pero también me agradó, es decir, a casi 20 años la prosa de Ishiguro llena mi mente y la sigue llenando cada que escojo leer un libro suyo y este en particular lo estuve guardando por mucho tiempo.

Me parecía que leerlo me iba a romper el corazón, porque si algo tiene la prosa de Ishuguro es melancolía, una del tipo que no sólo te retuerce el corazón como retuerzo la fibra para lavar trastes, también de un tipo que te acompaña por días, semanas, meses, quizá toda la vida.

¿Por qué? Se pregunta uno, lector ingenuo e imberbe que con todo y las advertencias soporta los golpes de ternura y crueldad que nos da el autor.  

Uf, he aquí lo difícil y a la vez simple, Ishuguro sabe narrar la vida cotidiana, sabe contarnos como es la vida íntima, con una narración que uno reconoce como reconoce la voz en su cabeza.  Pero además nos da los detalles de ese lenguaje interlineado de las miradas, los pequeños detalles, las cosas oblicuas que aprendimos en nuestra adolescencia y que nos siguen a veces en nuestra vida adulta.

Ese quien sabe qué que es tan importante, pero a la vez no, un lenguaje que se inventa en la convivencia y que tiene significado sólo para quien lo habla y lo vive.

¿Quizá así aprendieron todos a que les importen los detalles? Quizá es una tarea de desarrollo: aprender el lenguaje emocional en la adolescencia, y como en todo, algunos nunca aprendimos o aprendimos ya demasiado tarde y de una forma poco convencional.

Aquí Ishiguro si deja demostrar todo su lado japonés y si han leído más literatura de ese país sabrán de lo que hablo.   Sobre todo si han leído a Kawabata, y no sé si este autor influyera en Ishiguro, sabrán que eso de los detalles, la introspección y el no decir demasiado directamente es sumamente característico de la cultura japonesa, incluso actual porque se refleja mucho en sus animes y películas.

Y bueno ya habiendo dicho lo anterior, vayamos a los detalles más específicos, de que trata y así.  Técnicamente es un libro de ciencia ficción blanda pero no una a la que tal vez muchos estén acostumbrados y tal vez si no les gusta mucho la ciencia ficción por sus tecnicismos o porque piensan que te llenan de datos demasiado densos, este sea el libro con el que puedan iniciarse o decir: ¡hey! leí un libro de ciencia ficción.


En este mundo, que bien puede ser el nuestro en un par de años, hay Personas y personas, es decir las Personas que habitamos el mundo con libertad o como le decimos “normal” y las personas que viven, nacen y mueren para ser nuestros bancos de órganos.

Una historia que parece escrita para una película de Hollywood, con escapes, escenas de acción y la dramática escena de la revelación: ¡Zoylen Green is People!  

Espera… esa era otra película, en realidad en la historia de Ishiguro no hay nada de lo anterior, ni hay escenas de acción, ni hay escapes y tampoco una escena dramática reveladora de algo que con anterioridad no sabíamos.

En esta novela lo más importante no es cómo llegó el mundo a tener personas que son donadores ambulantes o como siquiera surgió el sistema de gobierno, político o social que lo permita, cuando es después de leer un poco, un claro crimen de humanidad.

Por cierto, que hay una adaptación cinematográfica que es muy buena, increíblemente fiel al libro en la medida de lo que una adaptación puede serlo y con un elenco de primera, nada desperdiciado si deciden verla también.

Volviendo a la novela, el meollo de todo es la relación de nuestros protagonistas, la relación de este triste y condenado triángulo amoroso que está destinado a fracasar porque la muerte los separa irremediablemente y no por qué alguien dijo qué, o porque alguien no dijo qué.

Y nada de lo anterior es spoiler porque desde las primeras líneas sabemos que esto ocurrirá y el descubrir con la narración más y más detalles de este mundo sólo lo hace aún más trágico, pero no menos inevitable.

¿Es tal vez la intención del autor, como la intención de la directora del colegio, demostrarnos que todas estas personas son tan humanas como las otras?

¿O simplemente decirnos que no importan las circunstancias, los humanos buscaremos los vínculos emocionales, tal vez que el amor a pesar de todo vale la pena?

Sólo ustedes podrán responder, como siempre les digo: lean y juzguen por ustedes mismos, pero si deciden leer prepárense para la rotura de madre, porque este libro destruye toda esperanza de finales felices y nos deja con una sensación de ahogo y de tristeza apagada que nos puede durar toda la vida.

“De todas formas, algo debe de haber sedimentado en tu interior. Algo debes de haber retenido inconscientemente, porque cuando llega un momento como el que he descrito ya hay una parte de ti que ha estado esperando. Tal vez desde una edad muy temprana —los cinco o los seis años— te ha estado sonando en la nuca una especie de susurro: «Algún día, puede que no muy lejano, llegarás a saber lo que se siente». Así que estás esperando, incluso aunque no lo sepas, esperando a que llegue el momento en que caigas en la cuenta de que eres diferente de ellos; de que hay gente ahí fuera, como Madame, que no te odia ni te desea ningún mal, pero que se estremece ante el mero pensamiento de tu persona —cómo te han traído a este mundo y por qué—, y que sienten miedo ante la idea de que tu mano pueda rozar la suya. La primera vez que te ves con los ojos de alguien así, sientes mucho frío. Es como si al pasar por delante de un espejo ante el que pasas todos los días de tu vida reparases de pronto en que el cristal te devuelve algo más que de costumbre, algo turbador y extraño.”

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