Statement
No es mi intención hacer exhaustiva la historia de cómo el tema de los cuidados llegó a la agenda pública, pero sí es necesario trazar por lo menos brevemente el camino transitado para que ahora el tema se encuentre en el campo de la política social y en la agenda pública a nivel nacional y local. Por varias razones:
Número uno, porque es un ejercicio de reconocimiento de toda la trayectoria del activismo que las mujeres siguen encabezando, la mayoría de las veces, en contra del aparato institucional.
Número dos, porque no hacerlo es una forma de extractivismo intelectual hacia las mujeres, quienes al interior o en las periferias de la academia han elaborado profusas investigaciones, muchas de ellas generando conocimiento circular entre las experiencias mutuas y las no tan cercanas, pero reconociendo las jerarquías y las relaciones de poder que nos atraviesan entre mujeres.
Por cierto, en mi revisión bibliográfica me encontré con que hay mujeres pensando y escribiendo desde la colectividad sobre las diversas luchas que ellas encarnan (las publicaciones de Precarias a la Deriva es una de ellas).
Número tres, es un acto de justicia hacia las ciencias sociales, campo de conocimiento frecuentemente subvalorado, pero que de ellas se sustrae conocimientos e información de alta relevancia y pertinencia. O en palabras del sociólogo Pierre Bourdieu: las ciencias sociales son sometidas también a la jerarquía simbólica de género y ubicadas en el lado de la feminidad, es decir, las ciencias sociales representan en el mundo del saber lo que las mujeres en la división sexual del trabajo.
También es de reconocer el esfuerzo de quienes se han sentado a dialogar con funcionarios y actores políticos en los espacios de gestoría y cabildeo, incluyendo a las legisladoras que han batallado dentro del sistema partidista patriarcal aún dominante.
Movimientos políticos y sociales en torno al trabajo doméstico
Después de más de 50 años del inicio de la Campaña Internacional de Wages for Housework o Salarios para el Trabajo Doméstico (Housework es traducido al español como tareas de hogar), el trabajo reproductivo y el reparto desigual de las tareas del hogar se convierten de nuevo en demandas centrales de los feministas actuales.
El movimiento que iniciaba en Italia en la década de los 70 – encabezado por las filósofas Silvia Federici, Mariarosa Dalla Costa, Leopoldina Fortunatti y Selma James-, buscaba visibilizar el trabajo doméstico que las mujeres realizan como “destino natural”, pero que en realidad constituyen una fuerza de trabajo subyacente que asegura el bienestar de la mano de obra asalariada, que es la que sostiene al sistema capitalista en su conjunto.
El movimiento exigía, en otras palabras, el establecimiento de un salario para las trabajadoras del hogar.
Este proceso de “asalarización” por llamarlo de alguna manera significaba para ellas el inicio de una emancipación multidimensional del amor romántico, cultural e ideológico, pero que culminaría con el trastocamiento del propio sistema capitalista. Así lo escribe Federici en el Patriarcado del Salario:
“El salario para el trabajo doméstico significa que el capital tendría que remunerar la enorme cantidad de trabajadoras y trabajadores en los servicios sociales que hasta ahora el capital se ahorra cargando sobre las mujeres esa tarea. La demanda del salario doméstico es un claro rechazo a aceptar nuestro trabajo como un destino biológico, es una rebelión en contra de la institucionalización del trabajo doméstico en la familia, de la dependencia de los hombres, y de la idea de que nunca fue el salario sino el “amor” lo que se obtenía por este trabajo. El salario no es el precio de un acuerdo de productividad. A cambio del salario no trabajaremos más sino menos” (pág.38)
Mientras que el movimiento de las italianas acuñó conceptos del marxismo –como la clase, “la familia” y la “reproducción”-, las mujeres negras, que ya se venían organizando de forma autogestiva en el gueto – articularon sus fuerzas en torno a una causa en común, pero cuestionaron los discursos dominantes del feminismo blanco y vindican sus propias consignas que surgían de la experiencia de la negritud y de la exclusión racial sistemática.
Asimismo, cuestionaron el argumento del que partían las feministas blancas sobre el trabajo doméstico, centrándose en gran parte en el concepto de familia. Ya que mientras para el feminismo blanco hegemónico la familia era el lugar de opresión patriarcal que las relegaba al trabajo reproductivo, para las mujeres negras que eran segregadas en el sistema escolar, excluidas en lo público y raceadas en la cotidianidad de su existencia, el espacio privado y la familia representaban el único resquicio de emancipación y libertad que compartían con sus esposos.
Las voces de los feminismos negros, guiadas por la voz fundante de Sojourner Truth y los escritos posteriores de Bell Hooks y Audre Lorde, el activismo de Angela Davis, Alice Walker, la poeta de origen jamaiquino June Jordan, entre otras, comenzaron a visibilizar otras formas de opresiones que eran productos de una larga historia de esclavitud y colonialismo.
Así, aparecieron iniciativas como Black Women for Wages for Housework, importantes en la lucha antirracista. A las feministas negras les debemos la categoría de raza, principalmente a Kimberle Crenshaw, una jurista que había introducido el concepto de interseccionalidad explorando la dinámica de género y raza en los casos de discriminación racial en el nuevo sistema de leyes antidiscriminatorio; estamos hablando en la década de los 80, posterior al Apartheid. La perspectiva interseccional está siendo incorporada en los marcos normativos internacionales como en las agendas de los Estados nacionales.
El movimiento tuvo el gran potencial de unir a una diversidad de movimientos que demandaban soluciones a problemáticas que les atravesaban, pero que no estaban en el horizonte del llamado feminismo de la segunda ola.
Hablamos de colectivos importantes como Wages Due Lesbians, que aportaron la mirada de aquellas mujeres que encarnaban la disidencia sexual y vivían la doble exclusión del normativo heterosexual
Sin embargo, la Campaña por el Salario logró aglutinar variadas demandas de toda la diversidad de mujeres atravesadas por sus condiciones de etnia y racialidad: mujeres negras, madres lesbianas, mujeres chicanas, migrantes, quienes por sus condiciones de existencia material (enfermeras, prostitutas, meseras, obreras y una larga lista de trabajadoras asalariadas) se unieron bajo una sola consigna, es decir, con el fin último de transformar sus condiciones materiales de existencia a partir de visibilizar las tareas del hogar como Trabajo.