Recuerdo con tanto cariño y con tanta nostalgia aquel ya lejano mes de diciembre del 2011 cuando entró por primera vez a la Casa de la Historia de la Educación de Yucatán, cuando nos ubicabamos en el local anexo a la secundaría “Agustín Vadillo Cícero”.
Recuerdo esa aura tan amable y llena de bondad que siempre le rodeaba, sus palabras cargadas de optimismos que nos regalaba día a día a las y los compañeros, eran consejos para ser mejores profesionistas, para ser mejores personas. Nunca escatimo en compartirnos su conocimiento y experiencia como mujer, maestra y como madre. Usted siempre nos escuchó y nos comprendió a pesar de que “únicamente” éramos compañeros de trabajo”.
Conforme las actividades y la proyección de la Casa de la Historia fueron creciendo, usted nunca dudo en acompañarnos aquí y allá, ya sea en alguna escuela primaria al sur o al poniente de la ciudad o incluso a algún kínder en alguna comisaría del interior del estado, de algunos de esos tantos municipios que usted conoció por azares de la vida o por el trabajo propio.
Era precisamente en esos municipios en donde, después de nuestras actividades, terminábamos comiendo salbutes, panuchos, algún caldo o simplemente panes tradicionales, esa era la manera de celebrar el triunfo de algún taller o presentación de libro o de cualquier actividad que hubieramos tenido, para luego emprender el viaje de retorno a la ciudad de Mérida.
Nunca olvidaré ni dejaré de agradecer que fue usted quien, en el mes de abril del año 2013 en las instalaciones de la escuela secundaria “Adolfo Cisneros Cámara”, me permitió apoyarle en lo que fue mi primer taller de fomento a la lectura, siendo yo bastante novato en este tema y estando bastante inseguro de cómo hacerlo, PERO, usted me apoyó, me motivó, me dio la oportunidad de ser su “escudero” cual Sancho Panza con el Quijote, dicho esto último en sus propias palabras.
¿Cómo olvidar esas jornadas en las cuales usted estaba presente en la FILEY? o incluso aquellas más extenuantes del Festival de la Cultura Maya, en la cual nos movíamos mañana, tarde, noche, lunes o sábados o incluso domingos. Nunca vi su voluntad doblegarse ni mucho menos renegar sobre ello, al contrario, siempre estaba al frente y orgullosa de poder participar y ser activa.
Orgullosamente normalista, nunca perdía oportunidad para contarnos sobre sus anécdotas como maestra en aquellas poblaciones en las cuales comenzó su labor como educadora frente al grupo ahí en algún lugar recóndito en Tabasco, en el cual sobrevivió a la caída de la avioneta que habría de llevarla a la escuelita donde usted trabajaba. Igual recuerdo como nos contaba de cuánto le costó luchar contra el sistema para poder aspirar a una mejor calidad de vida, a mejores condiciones laborales, a un salario digno y justo como maestra, como mujer que luchaba por salir adelante día a día y sacar avante a su hija.
Usted, Effy Luz Vázquez López, fue una gran maestra, pedagoga, promotora cultural, literata y escritora, dramaturga, amante de la educación, orgullosa del magisterio, enamorada de su labor docente, de su trabajo con las infancias y las adolescencias, orgullosa yucateca y, sobre todo, orgullosa “sansebastianera” por vivir circunscrita al popular Barrio de San Sebastián.
Mtra. Effy, usted forjó generaciones enteras de personas tanto dentro como fuera del aula, generaciones de niñas y niños, así como de adultos. Me llevó en el corazón gran cantidad de recuerdos y experiencias que pude vivir con usted a lo largo de aquellos años que tuve la dicha y el privilegio de poder trabajar y, sobre todo, de aprender de usted.
Gracias por sus enseñanzas, gracias por sus consejos, gracias por su amistad y en especial, gracias por todo lo bueno que dejo en mí, SIEMPRE, le estaré agradecido.
Atentamente:
César Armando Benítez Sansores. Mérida, Yucatán a 17 de junio de 2024.