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La turistificación y el falso imaginario de ser un “Pueblo Mágico”

Hace poco más de 20 años que comenzó el programa de desarrollo turístico denominado “Pueblos Mágicos”, ya que fue precisamente durante la administración de Vicente Fox Quezada (2000 – 2006) cuando arrancó dicho proyecto, que buscaba beneficiar a ciertas comunidades impulsando y estimulando la economía local mediante el turismo. Los dos primeros pueblos que recibieron este distintivo fueron: Huasca de Ocampo (Hidalgo) y Real de Catorce (Guanajuato) y como se mencionó, se buscaba que por medio del turismo nacional e internacional, estos lugares lograran una estabilidad económica y un desarrollo social derivado de la derrama económica de los mismos turistas.

Como antecedente, es necesario mencionar que los programas y proyectos de preservación del patrimonio histórico y arquitectónico en México, se remonta a mediados de los años 80 durante el periodo del  Miguel De la Madrid, (1982-1988)  quien originalmente inició las gestionas para las declaratorias de Zonas de Monumentos Históricos (ZMH) ante la UNESCO. Este programa buscaba el reconocimiento internacional de ciertas zonas arqueológicas y ciudades históricas de nuestro país, con la finalidad de poder gestionar recursos para su desarrollo, así como el de sus ciudades adyacentes. El programa fue continuado por Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, y fue con Vicente Fox que comienza una faceta diferente que buscaba comercializar y turistificar, de manera más abierta, ciertos lugares y espacios históricos. Es de esta forma como nace el programa mencionado de los “Pueblos Mágicos”.

Básicamente el proyecto funciona a manera de subsidio, pues con el reconocimiento de Pueblo Mágico, el lugar se hace acreedor de un fondo federal – y estatal – con el cual se da mantenimiento a los servicios de la población, como: pintura y mantenimiento de fachadas, manteamiento de calles o rutas, mantenimiento de parques, plazas y jardines, etc. Paradójicamente, la idea de vender un turismo cultural, enfocado en la conservación del patrimonio histórico y arquitectónico, ha llevado al consumismo y a la gentrificación de los mismos, llegando a cambiar drásticamente las dinámicas sociales, económicas y comerciales de los habitantes locales, hasta cambios sistemáticos dentro de la fisonomía urbana de los Pueblos Mágicos.

Existe una idea romántica de que la localidad que ostente este nombramiento trae consigo mejoras en la calidad de vida de los habitantes locales, mayor derrama económica en beneficio de estos, así como nuevas y mejores fuentes y oportunidades de trabajo. Sin embargo, como menciona Pablo García Trujillo, en la mayoría de los casos el nombramiento deriva en el encarecimiento en el estilo de vida de los locales, incremento en las rentas, así como el encarecimiento de los servicios, los cuales ya quedan enfocados a estratos socioeconómicos más altos, como aquellos que representan al turismo extranjero. De igual manera se va incrementando la brecha competitiva entre los negocios y comercios locales contra aquellos de ciertas franquicias o de empresarios ya establecidos. Por ejemplo, los hoteleros y los restauranteros, los cuales pueden llegar a ahogar a la economía local dado que el mercado al cual van dirigidos sus productos y servicios, son turistas y visitantes. Tenemos entonces un fenómeno de gentrificación y globalización patrimonial en la cual muchas de las prácticas locales, son absorbidas por un mercado socioeconómico mucho más grande y voraz. Lo anteriormente descrito es el fenómeno de la Turistificación, la cual tiene una dinámica similar a la gentrificación, solo que con la diferencia de que la gentrificación se da a un nivel focalizado (barrio, colonia, un espacio en particular) en tanto la turistificación es a nivel más regional, por ejemplo, la Riviera Maya que hoy por hoy carece de una identidad local propia, las personas que trabajan en esas zonas son, en su mayoría, gente que  viene de otras estados o ciudades buscando “suerte” en los complejos hoteleros, pero que  rara vez hacen comunidad, solo están “de paso” y al cabo de unos años, se regresan a sus ciudades originales siendo esto entendido como una migración pendulante. La turistificación suele intervenir en las practicas locales, las folcloriza para hacerlas más atractivas a los turistas y visitantes, por ejemplo las famosas “bodas mayas en los cenotes” o “ceremonias de alineación de chacras” que no tiene ninguna evidencia  histórica ni arqueológica de haber sido practicadas por los mayas  pre coloniales. Todo se trata de un show, de un performance circense para atraer turistas muy al estilo que vende Hollywood.

Luego del “boom” del nombramiento y de la avalancha de los turistas afectos a “pueblear”, llega consigo el abandono de la población o la rapiña de la misma por parte de mafias inmobiliarias que se hacen de tierras y propiedades de la zona a través de despojos, engaños o negociaciones irregulares para beneficio de ciertos empresarios, tal como sucedió con Mineral del Pozo, en Guanajuato. No podemos olvidar el aspecto del impacto ambiental que puede llegar a producirse como el caso de Bacalar, en Quintana Roo, en el cual la sobreexplotación de la zona tuvo como consecuencia la afectación de “laguna de siete colores” que perdió esta característica por los cambios climáticos y medioambientales, aunados a la contaminación que produjeron los nuevos hoteles establecidos por la demanda turística de este lugar.

Tristemente el proyecto de Pueblos Mágicos, ha degenerado en ser un simple discurso que encubre las prácticas de grandes consorcios turísticos, en complicidad con autoridades estatales y municipales, que sólo buscan apropiarse y especular con las tierras para mercantilizarlas en beneficio de unos pocos y no de la población local a la que supuestamente debía beneficiar. Muchas veces los pequeños comerciantes locales con ingresos propios optan por cerrar sus negocios y terminar trabajando para algún hotel, restaurante o comercio privado, con sueldos paupérrimos debido a que los locales no pueden competir con dichos consorcios.

Sisal, el histórico pueblo costero yucateco, ha dado nota en últimos días, debido al sonado caso de indignación de sus pobladores, que se pronunciaron en contra del nombramiento de este lugar como Pueblo Mágico, pues no ven ningún beneficio comunitario. Cabe señalar que, dentro de todo esto, es particularmente curioso que el nombramiento de Sisal- y Maní- se haya hecho durante el mes de diciembre de 2020, ya que el fondo del programa de Turismo Sustentable y Pueblos Mágicos fue suspendido en diciembre de 2018 y hecho efectivo en enero del 2019. Hay que reconocer la valentía, y el derecho por hacer valer su autonomía, a los habitantes de Sisal quienes han sido enérgicos ante lo que ellos consideran la imposición de un nombramiento que no necesitan ni mucho menos han solicitado.

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