Hasta hace unos años, muy pocos o ningún candidato habrían incluido dentro de sus propuestas temas como el medio ambiente, los derechos animales, la sostenibilidad o la equidad de género y la inclusión de la diversidad sexual. Actualmente todos estos temas están sobre la mesa y pueden ser determinantes para la ciudadanía, es por ello que cada día es más común ver, dentro de las estrategias de los partidos políticos, iniciativas y proyectos vinculados con los temas antes mencionados, sin omitir que la apertura a sus agendas cada vez se va ampliando más.
En nuestra ciudad la comunidad LGBT ha sido objeto de invisibilización, discriminación y otros prejuicios que la han mantenido al margen de la participación política por bastante tiempo. Sin embargo, durante los últimos 20 años dicha comunidad ha dado pasos significativos para empoderarse en los diferentes aspectos de la vida social, cultural, económica y política de nuestra entidad.
Es sumamente satisfactorio ver cómo, en recientes fechas, se van sumando gente LGBT a los proyectos y campañas de los diversos partidos de la ciudad y del país en general. Esto es de reconocerse y aplaudirse pues significa que cada día es más importante integrar a todos los actores sociales dentro de las dinámicas políticas de cada ciudad, pues es necesario que cada voz sea escuchada y atendida según sus propios individuos y no solamente por representaciones de otros grupos o sectores. Ojalá se pudiera trabajar por una representación más visible y abierta de aquellos candidatos y futuros representantes, pues dentro de las dinámicas de campaña aún son muy tímidas, a diferencia de aquellos candidatos que no desaprovechan oportunidad de tomarse la foto con su familia: esposa, hijos e incluso hasta las mascotas, reforzando con lo anterior la idea de que la familia “tradicional” sigue siendo un “valor” representativo de los buenos ciudadanos.
Ahora bien, algo que es muy importante señalar, es que la población LGBT de Yucatán ha crecido, y lo ha hecho significativamente, a la par con las nuevas posturas, con las nuevas identidades, hoy nos topamos con un matiz muchísimo más nutrido de “nuevas” comunidades dentro de esa misma población, muchas otras comunidades con nuevas demandas y necesidades, las cuales, 20 años atrás no estaban, lo cual obliga a reformular las nuevas estrategias de inclusión y de combate a la discriminación.
No hay marcha atrás contar con representantes LGBT en los procesos políticos, y eso significa contar con espacios que no sólo no se deben perder, sino que por el contrario, deben multiplicarse, llegar a consolidar estructuras sólidas y permanentes, para que en futuras campañas exista una representación mucho más grande y establecida e incluso necesaria para poder llevar a cabo el ejercicio democrático, algo como lo que sucede con la famosa “cuota de género” de las mujeres, bajo la cual es necesaria una justa representación de ellas para darles mayor presencia en todas las tomas de decisiones.
México, y ya no hablar de Yucatán, aún distan mucho en materia de representación LGBT, ya que mientras que varios países de la Unión Europea han tenido funcionarios desde los años 80, aquí en nuestro país han sido muy pocos, y ellos han figurado a finales de los años 90 y principios de los 2000. Quizás muchos argumenten que existen funcionarios “de closet”, sin embargo, precisamente lo que se busca es acabar con esa tendencia, se necesitan funcionarios “fuera del closet” que puedan pugnar por una lucha verdadera y original, pues aquellos servidores públicos “discretos” han adoptada esta postura, precisamente por el machismo y el patriarcado tan marcado, y hasta en cierta medida “tradicional” que ha estado presente en la política mexicana siempre.
Falta realmente mucho por recorrer, sin embargo se ha avanzado, y es importante evitar que esta lucha se estanque, que se considere realmente sobre nuevas estrategias, que se trabaje por integrar la mayor cantidad posible de asociaciones y colectivos, que se entienda que se lucha por un bien común y sobre todo, por eliminar el imaginario de que tener participación política es sinónimo de corrupción o de “vender” voluntades al mejor postor, sino más bien se trata de ser activo, de originar cambios y de luchar por defender la dignidad y los derechos que a todos les corresponden por el simple hecho de ser seres humanos.