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La casa de la Historia de la Educación de Yucatán: entre el recuerdo y el recurso.

En el mes de noviembre del año 2011, siendo entonces gobernadora la Lic. Ivonne Ortega Pacheco y Secretario de Educación del estado el Dr. Raúl Godoy Montañez, se inaugura un espacio dedicado a la memoria histórica del magisterio: La Casa de la Historia de la Educación de Yucatán (CHEY).

Grosso modo podemos mencionar que aquel proyecto tenía por objetivo recabar toda aquella documentación como lo eran libros, revistas, papelería administrativa, objetos didácticos y demás enseres que estuvieran relacionadas con el fenómeno de las dinámicas educativas de tiempos anteriores. Esto con la intención de generar una memoria histórica colectiva y una identidad del magisterio yucateco a través de la historia.


En un principio el proyecto fue dirigido por el Dr. Carlos Bojórquez Urzaiz, quien cede la estafeta a la Mtra. Effy Luz Vázquez López (+) al ser nombrado Rector de la universidad de Oriente de Valladolid. Desde el 2012, ya bajo la administración del Lic. Rolando Zapata, la Casa de la historia entra en un nuevo proceso con actividades y propuestas más diversificadas, apoyando en distintas actividades a aquellas instituciones educativas que buscaban realzar la importancia de su identidad entre la comunidad, sea esta un kínder, una primaria o secundaria, tanto en la ciudad como al interior del estado.

En un primer momento, el local de la Casa de la Historia, se ubicaba la esquina de la calle 41 con 36, colonia el Fénix, anexa a la Escuela Secundaria “Agustín Vadillo Cícero”. En este primero local se contaba con una sala de conferencias, una galería, así como un archivo y una biblioteca en los cuales se iban concentrado aquellos documentos donados por las escuelas para preservarlos y darles difusión a través de la investigación que realizaban los maestros y estudiantes que acudían, pues esto era precisamente uno de los fines de la CHEY: ser un instrumento que facilite la investigación histórica de la educación del estado.


Posteriormente, en el año 2012 se anuncia la donación de un local sobre la calle 60 con 47 del centro de la ciudad, en las instalaciones de lo que fue la Escuela Primaria “Andrés Quintana Roo” en frente del Parque de Santa Ana. El nuevo espacio contaba con áreas mucho más amplias lo cual permitió ampliar, de manera significativa, el acervo de la Biblioteca y tener un espacio ex profeso para el archivo, así como uno para el fondo reservado de libros y revistas de más de 100 años de antigüedad. 

Con el paso del tiempo, y los ajustes administrativos, la Casa de la Historia se mueve a un tercer local, esta vez sobre la calle 62 con entre 45 y 47, a solo una calle del segundo edificio. El nuevo espacio contaba con más salones y áreas más amplias, incluso con un jardín interior que facilitaba eventos de aforo más numerosos que del segundo y aún mucho más que del primer local. De igual manera contaba con una sala para las presentaciones de libros y conferencias. 


Al día de hoy, tanto el primero como el segundo edificio, de lo que fueron Casa de la Historia, lucen ya descuidados y abandonados, lo cual es penoso por la cuestión nostálgica por todas las actividades y eventos que se llevaron a cabo en ellos, pero más preocupantes y penoso es la cuestión económica ya que en ambos locales se hizo una inversión significativa de dinero para dejar los espacios de manera adecuada para su funcionamiento, así como para que tengan las condiciones necesarias  de preservar los materiales que ahí estaban contenidos. 


El primer local, el original ubicado sobre la calle 41 de la colonia el Fénix, ya no guarda mayor relación con el proyecto original del año 2011 salvo por el color rojo ladrillo tan característico, así como la placa develada por la ex – gobernadora Ivonne Ortega. Los espacios que servían de galería y de foro de conferencias ya hoy día han sido reaprovechados por la Secundaría “Agustín Vadillo Cícero” para salones que benefician a las y los jóvenes estudiantes que se están instruyendo en dichas aulas. Sin embargo, la placa permanece ahí como mudo testigo que ve el correr del tiempo y cuya evidencia de ello se ve reflejado en el deterioro que va sufriendo día a día ante las inclemencias del calor, la lluvia, el viento y otros fenómenos naturales, así como de las expresiones artísticas urbanas que los jóvenes plasman en las paredes, del edificio. 


Parece irónico que la Casa de la Historia haya “olvidado” un objeto con valor histórico como lo es la placa de inauguración de sí misma en el primer local y se hace una particular observación a esto ya que la placa del segundo edificio, el de la calle 60, si se removió.

Si bien esta administración estatal ya va de salida y no puede hacer mucho, esperamos que la siguiente entrante, si haga algo por rescatar esa parte de la historia de la educación yucateca que quedó plasmada en esa placa y le dé el valor que le corresponde. Si bien habrá quienes piensen que la preocupación por una placa de metal esta demás, también es importante defender lo anterior ya que, dentro de los conocimientos históricos, es necesario y pertinente darle el lugar que le corresponde a cada coyuntura, y la de La Casa de la Historia no es cualquiera cosa, ya que no fue una ocurrencia romántica, sino que fue un proyecto estructurado y bien elaborado por profesionales de la antropología e historia que supieron identificar un problema ante la ausencia de una entidad que salvaguarde el patrimonio histórico colectivo del magisterio yucateco que tanto ha dado a México, y quizá al mundo, con personajes como Agustín Franco Villanueva, Manuel Sales Cepeda, Rita Cetina Gutiérrez, Candelaria Ruz Patrón y otras tantas muchas lumbreras de la educación de Yucatán.

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