Hacia principios de los años ochenta Italia gozaba de un desarrollo y un crecimiento pujante. La economía italiana se estaba fortaleciéndo gracias al desarrollo de su industria, el turismo, el comercio, así como por la apertura a nuevos mercados internacionales. Según parecía, aquellos tiempos de anni di piombo (año de plomo, originados a finales de los años 60) habían quedado atrás permitiendo que Italia entrara de lleno al neoliberalismo.
Algunas ciudades y provincias de Italia se estaban convirtiendo en los sitios favoritos para vacacionar de personalidades del medio artístico, empresarios y en general de turistas ávidos por nuevas experiencias o simplemente por conocer aquellas costas en las cuales personalidades como María Callas pasaba sus veranos en sitios como Sirmione o Sophia Loren en Nápoles y la isla de Capri en la costa Amalfitana.
Como resultado de toda esa bonanza económica, llegó la apertura italiana al mundo y viceversa, ya que por aquellos años comenzaron a transmitirse series y programas norteamericanos en las televisiones de este país europeo, empapando con ello la forma de concebir la relación que los italianos tenían con el resto del mundo, la moda, las tendencias, etc.
Fueron principalmente aquellos más jóvenes, ansiones por conocer el mundo, los que mejor recibieron aquellas nuevas olas de ideas y pensamientos norteamericanos, reproduciendo las costumbres de jóvenes estadounidenses bajo dinámicas que buscaban, no solo reproducir, sino de integrar su cultura a aquella del “nuevo mundo” que tanto llegó a fascinar a una generación que había vivido años de terrorismo, de inestabilidad social y sobre todo, de años en los cuales les hizo falta modelos propios para desarrollar su adolescencia y juventud.
Es así como comienzan a surgir los paninaros, una tribu urbana hoy día extinta, la cual estaba conformada por jóvenes y adolescentes quienes, en su mayoría, pertenecientes a la clase alta o media-alta italiana. No es coincidencia esto último ya que, para mantener el estilo de vida, se requería de una comodidad económica para cumplir con las “condiciones” de estar y mantenerse “a la moda” basada primordial y principalmente en el consumismo. Los paninaros llegaron a constituir una verdadera tribu urbana solida casi exclusiva de la Italia de los ochenta, teniendo su propia imagen, identidad, jergas lingüísticas, códigos de integración, así como de comportamiento.
El origen de la expresión, o mejor dicho del concepto, “paninaro” viene de nombrar a aquellos jóvenes que tenían por costumbre reunirse junto con sus amigos alrededor de restaurantes o cafeterías que se dedicaban a la venta de bocadillos, consumiendo mayormente el “panini”, mientras platicaban de ropa, música y artistas de moda, de clubes de baile, etc. Es así como se les comienza a llamar e identificar como “paninaros” a los jóvenes que se dedicaban a comer paninis. Uno de los cafés más populares, y que más concentraba a este grupo de jóvenes fue “Al Panini” que abrió sus puertas a sus comensales durante la época de los 80. (El paninaro es un bocadillo, un sándwich italiano muy popular hecho con pan ciabatta, jamón y algún tipo de queso. Actualmente es ampliamente consumido alrededor de todo el mundo).
Los jóvenes italianos pasaban gran parte de su tiempo “imitando” a las juventudes norteamericanas en cuanto al estilo de convivencia, por ejemplo, comprando ropa, reforzando los círculos de amigos más cercanos o “best friends”, yendo a ver películas, a bailar, a la playa, a conducir sus motocicletas, etc. Los jóvenes italianos tomaron muchos elementos de la cultura “pop” estadounidense siendo la parte de la imagen la que más fuerza tuvo, pues ellos tenían una necesidad de darse a conocer y sobre todo de diferenciarse del resto del grupo social. Chalecos de “pluma”, jeans ajustados, mocasines o botas, lentes “Ray-ban,” y algunos otros artículos eran parte de la indumentaria cotidiana con la cual se vestían día a día, sólo para demostrar el grado de sofisticación o “buen gusto” que estos jóvenes decían tener.
La voracidad por la ropa llevó a consolidar a varias marcas dentro del mercado, principalmente la de Giorgio Armani, quien encontró un excelente mercado entre estos chicos quienes invertían bastante dinero en tener playeras, camisas, chalecos, vestidos, bufandas y pañuelos, pantalones, zapatos y demás accesorios que pudieran integrar a su vestuario cotidiano. A finales de la década de los años 80 la marca Versace gozó igual de gran popularidad entre los paninaros.
Como era de esperarse, el gusto por la imagen y el deseo de pertenecer a los círculos de los paninaros llevo a que gente de otros estratos sociales comenzaran a “imitar” el estilo de esta tribu urbana principalmente en la ropa, lo que llevo a que marcas menos exclusivas, que se podían adquirir hasta en el supermercado, comenzaran a lucir en muchos más jóvenes quienes no tenían la capacidad económica de adquirir ropa de una boutique Armani. Este fenómeno de apropiación de la imagen es lo que Al Sobrino denominó “la democratización textil” lo cual fue un hito para la historia de los paninaros, pues al perder la “exclusividad” de su estilo, este comenzó a “pasar de moda”, dejo de ser atractivo y dejo de representar una identidad particular y se masificó. El paninaro QUERÍA ser diferente de los otros, y como tal pertenecer a un grupo selecto.
Los paninaros disfrutaban de consumir música norteamericana, principalmente de música pop, lo cual llevó a varios grupos y bandas musicales italianas a posicionarse dentro del gusto de los adolescentes interpretando canciones y música al puro estilo estadounidense, tal como lo fueron: “Ricchie e poveri”, Giuni Russo, Lorella Cuccarini, Eugenio Benatto y Tony Esposito, Marco Armani, entre otras. Ellos fueron intérpretes cuyas canciones gozaron de gran gusto y popularidad. Lo irónico de lo anterior es que la música pop italiana, basada en la música pop norteamericana, alcanzó tanta popularidad que muchas de sus canciones comenzaron a ser traducidas a otros idiomas como el inglés y el español principalmente.
La dinámica social o el estilo de vida de los paninaros no era complejo realmente, de hecho, era bastante simplista y hedonista: una salida regular de estos adolescentes consistía en ir a sentarse a algún parque a escuchar música pop, almorzar o cenar en algún restaurante de comida rápida (hamburguesas o paninis principalmente) y ya entrada la noche ir a algún club a bailar. Cabe señalar que los varones solían conducir alguna motocicleta, generalmente de fabricación alemana, en al cual pasaban a buscar o llevaban a sus novias o amigas a dar algún paseo.
Con el paso del tiempo, la popularización y abaratamiento de la imagen de los paninaros (mencionamos que su imagen ya no era exclusiva, sino que ya cualquier podía vestir y lucir como ellos), la necesidad de integrarse a la dinámica laboral (concluyeron la universidad y ahora trabajaban) la subcultura comenzó a decaer, hasta desaparecer a principios de los años noventa. Sin embargo, y pese a lo efímero que pueda parecer la presencia de esta tribu urbana, su importancia sociológica y antropológica es relevante, ya que sirvió para identificar algunos procesos sociales de neocolonización, apropiación cultural y desde luego de transculturalidad dentro de los entornos urbanos.
Hoy por hoy, hemos visto el ascenso, la plenitud y la decadencia de muchas otras tribus urbanas, sólo por mencionar algunos ejemplos refiero a los “pijos”, “hiphoperos y raperos de los 90”, “emos”, “hispters”. Cada una de las anteriores expresiones compartió procesos muy semejantes con la delos paninaros, fueron tendencia y marcaron un hito en su momento. Sin embargo, como todo producto comercial, se enraizó en los jóvenes y adolescentes, “paso de moda”, perdió identidad, se masificó y dio pie a otro movimiento o subcultura. Fruto del neoliberalismo, del consumismo y la masificación, los paninaros fueron de los primeros grupos en los cuales se plasma y concretiza la idea de “consumir para ser, dejar de ser para consumir”.
Sobre el autor:
César Benítez Sansor, es Antropólogo Social por la Universidad Autonoma de Yucatán. Ha trabajado temas como la gastronomía yucateca, la importancia, presencia e influencia de la cultura “pop” en la sociedad mexicana. De igual manera se ha desempeñado como promotor de la lectura y hábitos lectores en la educación básica. Ha participado en diversos Congresos de Antropología, Historia y Bibliotecología en los últimos diez años.
Contacto: cbenitezsansores82@gmail.com